Por Ludwig Rossell
Quien no conoce la historia está
condenado a repetirla
J. Santayana
Se aproxima el centenario de La Revolución Mexicana y el bicentenario de La Independencia de México, y mientras algunos han comenzado a mover las piezas del ajedrez político del país aprovechando la ocasión para vestir sus jugadas con la sombra de lo que significan en el ideal colectivo estos movimientos, otros se preguntan cuál es el significado de aquella cuenta regresiva que se levanta altiva en el Zócalo de la ciudad, así como la procedencia de aquellas extrañas monedas que tienen acuñado el año 2010. Lo que sí es seguro es que todos levantan la mirada al cielo impacientes del fin de la continua pero segura marcha de este monumento al tiempo pasado. Camina un trayecto directo al cero, hacia un punto donde, muerta la espera, ocurra un acontecimiento ajeno a la cotidianidad, que sustituya un hecho por otro, sí no ¿cuál es el sentido de contar el tiempo?
En este punto lo que cabe preguntarse es ¿cuál es este evento que se espera tan ansiosamente?. A primera vista cualquiera sabe, a excepción de los despistados que creen que las monedas conmemorativas son falsas, que marca el aniversario de La independencia y La Revolución . Este tótem con sus ojos que cada día caminan hacia delante en una marcha hacia el pasado nos invita a recordar los eventos que hace cien y doscientos años respectivamente acontecieron en la historia de México, eventos que ahora tras cumplir una y dos centenas nos hacen preguntarnos ¿qué viene ahora?
Recordemos que con el descubrimiento de nuestro continente surgió una distinción entre dos américas; una angloamericana y otra iberoamericana. Dicha distinción se basa en el choque cultural existente dentro de la visión colonizadora de los españoles ante la cual surgió un mundo nuevo, totalmente desconocido, que a diferencia de la América anglosajona, no es una prolongación de Europa sino una creación ideal por parte de España. Dicha concepción, en consecuencia, no guardaba relación alguna con la realidad de las tierras descubiertas, en las cuales, además de la paradisiaca geografía que ofrecía el continente, surgió el problema de explicar a los seres que en ella habitaban. Este choque ocasionó que esta realidad no haya podido ser expresada dentro de los parámetros del mundo hispánico, causa que consecuentemente desembocó en la búsqueda de implantar la cultura europea por el desconocimiento de la nativa.
Pero, ¿cuál es la visión de los colonizadores que arribaron a América? En Europa durante el siglo XVI y XVII los dos mundos paradigmáticos eran Inglaterra y España. El primero pretendió la apropiación de la naturaleza, de la adaptación del medio a sus necesidades, una visión moderna a través de la técnica, mientras que la concepción española que llegó, fue la tradición siendo pagana la idea de mejorar la creación divina. De esta forma los dos modelos llegaron a América como proyectos diametralmente opuestos, donde el sajón de esencia adaptable se transformó de acuerdo a la realidad que se le presentó mientras que el ibérico transformó a la realidad de acuerdo a su visión.
Tras el choque cultural el problema de la identidad de los habitantes de esta América, la ibérica, estaba bien definido: por un lado estaban los indígenas y por el otro los españoles, sin embargo los criollos compartían estos dos orígenes permaneciendo en un equilibrio relativo: con respecto al español eran iguales en origen pero distintos en género. Se sabían a sí mismo peculiares lo que propició que se creará un ideal exagerando lo bueno y malo, creando una idea de la tierra que habitaban y de sus cualidades físicas. En resumen surge un ideal de lo que es ser criollo.
Tras el proceso de independencia consecuencia de este ideal de clase, el criollo ya no sólo se veía distinto de la concepción peninsular sino que la negaba por completo sin que esto llegara a significar que dejó de estar ahí. Los criollos al verse dueños de una nueva tierra negando su origen se encontraron en la necesidad de crear una nación desde las bases mismas así como de buscar una identidad nueva totalmente independiente del hombre peninsular, una auto definición. La creación de este modelo se vio en manos de algunos intelectuales que formaron un grupo no homogéneo ya que se dividieron entre aquellos encontraban en Estados Unidos un paradigma de progreso y de ejemplo a seguir, mientras que otra facción deseaba conservar el modelo administrativo colonial con la diferencia que ahora ellos eran los encargados del gobierno. Las distintas posturas de los dos bandos analizadas por O´Gorman[1] demuestran irrefutablemente que la dicotomía entre la implantación del modelo tradicional frente al moderno no existió ni existe sino que en esencia los dos bandos buscaban el sincretismo en los modelos propuestos. En la tesis liberal se postuló partir del modelo moderno y tomándolo como esencia sin rechazar por esto la tradición, es decir que se quiere la prosperidad de la modernidad sin hacer a un lado el modelo colonial, mientras que la facción conservadora plantea al modelo tradicional como esencia con el beneficio de la modernidad, es decir que este modelo cambia su base por la tradición pero buscando ser competidores de los estados modernos.
A pesar de que en esencia ambos modelos buscaban el mismo objetivo conservando la tradición siempre presentaron y presentan actualmente una dicotomía que hoy día a dado por llamarse derecha e izquierda respectivamente, una pugna irreconciliable entre el pensamiento innovador y el que busca conservar al estado tal cual es. Sin embargo este aparente equilibrio en la afrenta no se mantuvo ya que, como bien lo notaron los liberales, la carga de la herencia cultural era tan fuerte que el modelo anglosajón fue y es una imposibilidad en la práctica. Esta impotencia se tradujo en la búsqueda de un culpable que se encontró en el modelo mismo mientras que se desconoce que la herencia colonial es la verdadera culpable. Así, a los ojos de los liberales fue Estados Unidos y su modelo corrompido en alianza con la facción conservadora la causa de que el proyecto de nación liberal no haya podido llevar a cabo, y por el otro lado los conservadores ven a este país como una potencia egoísta que no comparte su modelo para conservar la hegemonía económica.
Para finalizar son estas dos facciones las encargadas de la lucha revolucionaria, que más que una revolución fue una guerra civil idealizada por los mismo bandos en busca de un ideal. Bandos conformados por dar un ejemplo por Porfirio Díaz, liberal por origen pero conservador en su ideología, es decir un presidente-emperador, un liberal-conservador, mientras que aquellos que se opusieron a su régimen perseguían los mismos motivos de aquel que derrocaron.
La revolución en definición significa un movimiento, un cambio y una alternancia entre varias propuestas pero después de varios años de lucha sangrienta entre iguales, entre proyectos gemelos con un rostro diferente, el cambio no se cumplió ni se ha cumplido, y no se logrará hasta que un nuevo modelo en esencia diferente sea propuesto. Así que para todos aquellos que en vísperas del anhelado cambio continúan observando atentos la cuenta regresiva esperando que en este centenario y bicentenario se produzca una transformación sólo verán mudar de disfraz a las mismas bases y proyectos hasta que una nueva propuesta levante la mano y pida la palabra.
[1] Véase Edmundo O´Gorman. México. El trauma de su historia.
1 comentario:
Vale es un tema interesante, sin embargo al tratar de abarcar tanto, el lector pierde la atención.Quiza sólo es cuestíón de estructurar bien las ideas para que podamos entender claramente lo que nos estás comunicando.
PD: Entrar a un análisis más profundo del tema para poder escuchar tu voz; conjugaría perfecto con el buen uso que le diste al contexto histórico.
Un saludo
I.Liévanos
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