20090720

ENSAYO: Cultura y Globalización (I de II)


¿Hasta qué punto un proceso económico puede influir en la transformación cultural de una sociedad?


Primero que nada, hace falta resaltar la diferencia entre cultura y tradición, ya que si bien la primera está conformada por el conjunto de modos de vida creados, aprendidos y transmitidos de una generación a otra entre los miembros de una sociedad particular, la segunda vendría a ser no sólo ese conjunto de modos de vida, sino también su invención.


Para Anthony Giddens la idea actual de Tradición es en sí una creación de la Modernidad. Todas ellas son invenciones del ser humano que, consciente o inconscientemente, han sido creadas para legitimar el poder. Y que además, tienen la capacidad de ser modificadas, reinventadas o intercambiadas según sea necesario.


Por tanto, es erróneo pensar que el concepto de Tradición está estrictamente relacionado con una antigüedad milenaria, con algún símbolo religioso, el dogma o con la ignorancia, tal y como lo hicieron en su momento los Ilustrados.


Ahora bien, puesto que algunas tradiciones son de reciente invención, queda claro que no es su duración en el tiempo ni su propagación geográfica lo que las convierte en un fenómeno cultural tan importante. El punto medular es el ritual y su repetición; así como el hecho de que deben ser practicadas dentro de una colectividad, de lo contrario pierden validez y se convierten sólo en un hábito. Por ello es que están sujetas a vigilancia por parte de los guardianes de la tradición, quienes son los únicos capacitados para indicar el modo de construcción del ritual y sus posibles interpretaciones.


Para Giddens, este proceso modificador de la tradición, la Globalización, ha ocasionado dos reacciones: por un lado el Cosmopolitismo –que también se ha llamado norteamericanización- y por el otro el Fundamentalismo, ambos enfrentados entre sí. El primero ha drenando la tradición de su contenido sagrado y se ha encargado de comercializarlo –ora en forma en souvenirs ora en kitsch.


Contrario a lo que podría pensarse el surgimiento del Fundamentalismo – que no es sinónimo de Fanatismo- surge en oposición al Cosmopolitismo. Se trata de “una Tradición asediada”, y aunque parece ser la antítesis de la globalización, se trata más bien de una reacción a la desacralización que provoca.


Y aunque es claro que el Cosmopolitismo va ganando esta confrontación, cabe destacar que éste tiene a su favor un arsenal de recursos para promoverse: los media y las nuevas tecnologías. Como señala Tom Friedman, es un hecho que los medios de comunicación norteamericanos son los que más influencia tiene a nivel mundial; el Internet, películas, noticias, series televisivas y los anuncios de las grandes marcas son principalmente de procedencia norteamericana. Asimismo, la abrumadora mayoría de las telecomunicaciones operan en idioma inglés.


De la misma forma, la desregulación y privatización de los medios es lo que ha permitido que el vertiginoso desarrollo tecnológico haya accedido a los hogares. Eventualmente, es en este punto que aparece una paradoja: si bien la tecnología es una herramienta para insertar nuevas tradiciones, serán los contenidos quienes finalmente acaparen el papel principal. Serán ellos quienes moldeen las nuevas formas de actuar, quienes puedan sacralizar o desacralizar.


Ahora bien, como dice De la Dehesa, la pregunta lógica que se plantea a continuación es ¿Acaso este proceso va a terminar eliminando las tradiciones y por tanto, las culturas nacionales, regionales o locales del resto del mundo?


Aunque hasta cierto punto podemos afirmar que el proceso globalizador ha modificado, en mayor o menor medida, algunas tradiciones tanto del mundo occidental como del mundo occidentalizado y que por ello también habrá modificado la cultura de dichos lugares, debemos aceptar el hecho de que sólo una mínima parte de la población mundial goza de los beneficios plenos de la globalización; y que un porcentaje sólo un poco mayor –mas no la mayoría-, vivimos en un mundo aparentemente “occidentalizado”. A juicio de Samuel Huntington aquí en Occidente –su occidente- nos creemos que el mundo está más influenciado por nuestra cultura de lo que realmente está, “salvo una élite relativamente pequeña, el resto del mundo ignora u odia la cultura occidental”.


Creemos que McWorld ha permeado al mundo. En consecuencia, sólo ciertos rasgos han cambiado, es decir, que hay un cierto nivel de modificación cultural, pero éste sigue siendo mínimo.


Ésta es la postura de Samuel Huntington, quien estima que la principal fuente de conflicto en este nuevo mundo no será ideológica o económica sino que el factor dominante será el cultural.


Por otro lado, cabe señalar que aunque el proceso globalizador no es en sí un “modificador” de la cultura, puesto que su área de acción está fundamentalmente en el terreno económico, las repercusiones sí llegan al terreno cultural, o al menos así son percibidas por la población, quienes ven que los estándares norteamericanos están invadiendo su cultura y como se dijo antes reaccionan tratando de evitar dicha “invasión”.


Lo que es indudable es que aunque la cultura globalizadora y los media puedan modificar hasta cierto punto la mentalidad y ciertos rasgos culturales, resulta quimérico pensar que es posible llevar adelante una homogenización de las sociedades; puesto que si consideramos que la cultura es la sustentación de la identidad, colectiva o individual, ésta parte difícilmente puede estandarizarse.


1 comentario:

Salvatore dijo...

La globalizacion puede se buena, bien aplicada permite que los beneficios llegan a mas personas, la información es poder y como tal, disponible para todos; lo importante es diseñar mecanismos oportunos y eficaces para evitar los abusos y perdida de identidad, principalmente de transnacionales en asociaciones de grupo de poder que conectan a toda una sociedad para beneficios oscuros con ganancias desmesuradas.