20090720

CUENTO: Héroe

-Hoy sí, seguro que sí.

Me tiene sin cuidado si los vecinos hablan de mí. Son unos imbéciles. Por fortuna entre yo y ellos hay una pared, suficientemente gruesa para alejar sus gritos, su inmundicia y sus miradas. Definitivamente no sirve para nada la gente. No, no hace falta, lo tengo todo, bueno, casi todo. Si no fuera por ese idiota doctorcito queriendo dárselas de muy sabio, con sus consejitos y su peinadito de boy scout. No hace falta que un pelele al que le queda la bata grande, venga a decirme cómo debo sentirme. Después de todo, sigo vivo ¿no? Si fuera tan urgente, inclusive necesario, yo lo sabría.

-¡Al carajo contigo! ¡Maldita sea!

[Su brazo se mueve con violencia en la oscuridad, un bastón que estaba reclinado contra la pared golpea la puerta y queda tendido ahí, en el suelo. Se percibe una respiración cansada y una extremidad temblorosa que apenas sobresale entre las sábanas.]

Pero bueno, con tal de regresar después y poder dormir el resto del día, ya sin sus palabritas brincándome en la cabeza: que venga a verme, que lo reviso sin costo, que las pastillitas, que la que se cayó por asomarse. Sólo descansar mañana, y pasado, y el resto de mis días. Eso sí sería magnífico, no como esta jodida mañana. Venga a verme. Quién se cree. No vine a romperme la espalda para que un niño me diga lo que debo hacer. Un niño. Antes sí que éramos hombres. Tantos muertos y ni una sola bala disparada. Bachimba. Sólo al idiota de Orozco se le pudo ocurrir meterse ahí. Quedaron en bandeja de plata… flojitos, flojitos. Los uniformes. El dedo que dirigía el fuego de la metralla. Malditos alzados, pero en realidad no me importaba su causa. Mis medallas, cada una ganada a pulso. Y ahora me dicen que si la recetita, que si los chochitos, que ya no se embriague, padre. ¡Padre! ¡sólo eso me faltaba¡ Y me decían que mi esposa y mis hijos iban a estar orgullosos, y mis tierras, y que el presidente me iba a recibir en persona. Pero llegué y nada. Que tus hijos son unos traidores y que hubieras visto que ni puso resistencia, que casi ni gimió, y es mejor que te calles. Y después vino la pensión y este cuarto, que al menos me sirve para mantenerme separado de esos idiotas. ¡Y nada más que ese mocoso se atreva a pasar otra vez por mi puerta y le doy un bastonazo justo en la cabeza!

[Su mirada absorta, fija en una piper 8mm pendiente en la pared, con la cacha en buen estado pero podrida por dentro. A un lado, fotografías colgadas de marcos parecidos a patíbulos, cada una con sus cuatro aristas como alfileres sujetando al tiempo, clavándolo ahí, tapizando la habitación. Imágenes cercenadas que, aún después de verlas rodar por el suelo, se sienten parte del cuerpo.]

Pero, qué se le va a hacer. Hay que ir para poder regresar y dormir como Dios manda. ¡Como Dios manda¡ otro que se las da de muy sabio y se la vive ordenando. Bueno, al menos este tiene más experiencia que yo.

[El torso cubierto con una camisa arrugada y las piernas, pálidas y enjutas, con un pantalón marrón. Todo su cuerpo estremeciéndose comenzó la lucha, con movimientos pesados, para llegar a la orilla de la cama y poder sentarse.]

Malditas bestias. Pero algún día mi bastón..., algún día sus cabezas... y algún día, ya tranquilo, dormir. Idiota bastón. Idiota puerta. Idiota niño e idiotas los de Bachimba. Pero bueno, al menos ellos, tirados sobre las piedras, no se preocupan por su doctor. Los sacaron de sus pueblos, otros huyeron de la cárcel, otros tenían ganas de matar indios, los más suertudos sólo estaban ahí, sin hacer preguntas y sin ser interrogados. Me llamaron afortunado porque regresé, me dijeron que mas vidas que un gato, que la mala hierba, que el héroe. Afortunado de verdad el que no se alcanzó a agacharse y sólo quedó tendido sin saber nada más, o el que vio al otro caer y por estar de mirón le pegaron un tiro. Uno, quizá dos en medio de la cabeza. Y después la victoria con las mejillas encendidas y la falda levantada. La mano en la botella. El sonido del tren y en un segundo todo enmudeció. Despertar en un hospital de quinta. ¿Y el héroe? Los héroes no están mutilados ni arrastran una pierna, sin embargo fui el único sobreviviente. Tantas victorias, tantos muertos, una medalla por Dios sabe qué estupidez. Condenado a vivir con un brazo, y una pierna estéril, mientras que el nombre en alto del que hace la revolución detrás de un escritorio.

[Sus ojos se postraron en el bastón tendido en el suelo, y sabiendo que era necesario apoyarse en su miembro de madera, extendió el pie derecho en busca del suelo mientras que movía el izquierdo ayudado por su mano. Al tocar la fría superficie, provino, en un instante, un lacerante cosquilleo que trepó por sus tobillos hasta cubrir toda la pierna. Cayó tendido al suelo, golpeando pesadamente todo su cuerpo contra la loza fría permaneciendo con los ojos cerrados.]

ia ia no se te lo juro lo juro. se lo llevaron toditito no me dejaron ni una bendita gallina e todo no se los niños habían salido dios mediante no se y tanto fregarse uno no se no vayas que el señor se vaiga a enojar namas que juntemos unos centavitos y veras como nos largamos no vayas estate aqui silencito namas calladito no te vaigan a pegar de nuevo

[La sensación de la pierna regresaba dolorosamente arañándolo todo a su paso. En un impulso automático su cuerpo buscó levantarse apoyando sus dos manos sobre el suelo, pero su otro brazo, ese absurdo pedazo de carne jamás toco la superficie y el peso del cuerpo lo volvió a derrumbar, estrellándose nuevamente.]

solo apunta y dispara asi no no seas guaje la colocas sobre tu hombro y listo el bulto al otro lado cae redondito no te preocupes dos o tres tiros y fin del problema si se traba recoges la del matado de junto muy bien ya viste que bonito es cuestión de maña mira tu ni te preocupes por las tierras esas una o dos temporadas por aqui con nosotros y no con esos indios sin ofender y veras como te regresan todo

-Maldito bastón, malditos niños, maldito suelo, y este frío…

[Cómo si a cada instante perdiera un poco más de su cuerpo, buscó levantarse, así que apoyándose en su brazo arrastró su pecho sobre el suelo, reptando en un movimiento rítmico apoyando el brazo derecho hacia delante haciendo palanca con el codo, movía su pierna izquierda y el muñón por inercia se agitaba en el aire. De esta manera logró llegar a la puerta y tendiéndose boca arriba, sujetando el bastón, y tensando sus casi inexistentes músculos logró pararse y caminar torpemente hasta una silla cercana.]

-¡Ya te dije, idiota, si te acercas una vez más te parto a la mitad!
Qué necesidad tengo yo de soportar a ese imberbe. Pero sólo que se acerque, abro esa jodida puerta y verás.

-¡Ya verás!

Pero claro que verás. Qué necesidad viviendo yo donde vivía. ¡Y ese doctor! Sí tan sólo supiera todo lo que me debe, lo que todos me deben. Si supieran quién soy. Me dijeron que era excelente, que inspiraba a los soldados, que era un héroe, y que mi familia no debería preocuparse más, que me darían una casa en la capital.

[Ya disminuido el dolor, se acercó a la mesa en donde se encontraba una camisa del mismo color que la que traía, sucia del pecho, un pantalón marrón y un par de zapatos. Colocando el bastón sobre la mesa para disponer de su mano, se quitó su ropa y la puso sobre el mueble. Tiró los otros pantalones limpios al piso y metió sus débiles piernas ayudadas de su mano, haciendo un acto de equilibrismo. La camisa era más difícil de colocar, pero no tanto como los zapatos, sin embargo, no imposible. Ponérsela no costaba tanto como abotonarla, ya que el muñón debía sujetarla retorciéndose como un animal herido.]

Antes de que regresen a sus hogares estos valientes soldados deben saber que la batalla fue dura pero, gracias a ustedes y sólo a ustedes obtuvimos la victoria. Tantos héroes y hermanos caídos dejaron su vida en el campo, bajo la providencia que nos sostiene, y ustedes, los más valientes, han ganados el camino a casa, a reencontrarse con sus mujeres e hijos y vivir junto a ellos una larga vida. Son héroes, lo han ganado.

[Frente a la puerta, de espalda a su habitación, sujetando la perilla, vuelve a escuchar los mismos pasos que impertinentemente se acercan corriendo para después alejarse con impunidad.]

-¡Eso es todo! Por fin hoy te romperé la cabeza, maldito mocoso.

[Entreabrió la puerta y sujetó el bastón en alto esperando asestar un golpe mientras se asomaba para ver al intruso, pero el pasillo estaba vacío, desierto e infinito, prolongándose en la oscuridad, sin embargo, sumergido en la sombra sabía que él se encontraba. Esperando. La penumbra se prolongaba hasta lo indefinible y cerró la puerta regresando en un instante a la cama.]

-De seguro que ahí está, de seguro regresa, y aunque tenga que esperar todo el día acabaré con él. Después de todo la cita puede esperar. Pero mañana sí, seguro que sí.

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