20100528

ENSAYO: LA GRAN TRADICIÓN DE LA MODERNIDAD

Las enormes islas de hormigón son enigmas eternos e inexcusables. Se les puede reprochar sus defectos, ver multitudes caminando hacia la nada, registrar la dimensión de la pequeñez humana; pero no se puede estar sin ellas. Eso sucede con Nueva York, la gran ciudad de los rascacielos, paradigma y paradoja de la ciudad moderna. Pero también puede decirse de muchas otras que crecieron para competir en grandeza, en excesos, en confusión, en el apasionante crecer hacia el cielo, en la sutil belleza, en atosigamientos multitudinarios, en vértigos callejeros, en densas autopistas, en expresiones artísticas que brotan como juncos, en ristras de edificios donde las princesas se cruzan con los sapos, en el fabuloso caos, en sus pretenciosas arquitecturas; simplemente en la incomprensible contradicción.

Al comienzo de la serie “sex and the city” se nos muestra el epítome de la metrópolis moderna. Vestida y engalanada con fastuosos rascacielos. Monumentos al ego humano que en un esfuerzo mediocre intentan igualar a la naturaleza. Pero no es la única, también existen "las otras Nueva York". Son mega ciudades, casi ilusorias, modernas Babel donde todo es parecido y diferente. Y todas se miran en el espejo deslumbrante y deforme de la gran NY.

En este artículo, un apasionante viaje por esas "otras" urbes monumentales.

Kuala Lumpur, Malasia

A diferencia de otras ciudades del sudeste asiático, Kuala Lumpur -o simplemente KL- es joven, cosmopolita y casi occidental. La mayoría de sus edificios coloniales lleva la influencia europea: sobresalen los de estilo Tudor, como el gran Museo Nacional, o los neogóticos. También es llamativa la herencia islámica.

Esta ciudad de agujas hacia el cielo está asentada al sur de la península de Malaca, entre montañas y mar. Los dos ríos que la atraviesan dejan sus aguas en una luminosa bahía.

Calurosa y húmeda, ofrece todo lo que una ciudad puede albergar. Sus casi dos millones de habitantes, más un porcentaje importante de los ocho millones del área metropolitana que cada día entran a la ciudad, le dan a esta urbe una intensidad previsible, aunque bastante ordenada comparado con otras urbes.

Si bien la capital de Malasia es famosa por las bellísimas Torres Petronas con sus 452 metros de altura, -los edificios más altos del mundo hasta 2003-, tiene mucho para ofrecer y sorprender. Desde los frontispicios del Templo Hindú hasta Istana Negara, un conjunto blanco con cúpulas semiesféricas que sorprende con su señorío. O el edificio del Teatro Nacional (Istana Budaya), que sobresale por su estilo colonial europeo, y las mezquitas de Masjid Jamek y Masjid Negara se recortan sobre un conglomerado de edificios de cemento y vidrio que dejan boquiabiertos.

El moderno monorriel que irrumpe en las alturas, compite con la sorprendente y antigua Plaza del Mercado y su infaltable Chinatown; y claro está, una hilada de cafés al mejor estilo occidental -entre los que se destaca el Beach Club, el mejor bar de Asia- se suma a una abundante oferta de restaurantes. En el Sudu, decorado con pinturas batik y lámparas colgantes chinas, se puede saborear el mejor pollo tandoori malayo. Como otras ciudades asiáticas, KL es relativamente económica; los servicios hoteleros ofrecen desde servicios básicos hasta gran clase, de tarifa internacional.



Seúl, Corea

Es posible que un viaje en el metro de Seúl pueda dar una idea exacta de la dimensión y el latido de esta gigantesca urbe, capital de Corea. Su recorrido, distribuido en nueve líneas, abarca unos 287 kilómetros. Esta serpiente traslada cada día unos ocho millones de pasajeros. En la superficie vibra un entramado de avenidas, autopistas, calles y callejuelas por donde cruzan diariamente gran parte de los 21 millones de habitantes de la ciudad y sus alrededores.

Si no fuera por alguna bellísima pagoda que emerge descontextualizada, o por el mercado de Namdaemun, de auténtica raíz asiática, Seúl muestra un anelo de esa ciudad occidental.
La arquitectura de Seúl contribuye a aumentar el estilo del Antiguo Oriente, con el Oeste Moderno, tan particular de la ciudad coreana. sin embargo, En esta Nueva York asiática todo parece extraño. Los remotos vestigios de una cultura fascinante conviven con construcciones modernas y tecnología de punta. Así, se puede recorrer los palacios y santuarios de la realeza de la Dinastía Joseon y chocar con el estadio de la Copa Mundial en Seúl; se puede pasear por el famoso Lotte World, o el Parque Nacional de la Montaña Bukhansan, y llegar a la curiosa calle Daehangno, una suerte de mercado, paseo y parque donde confluyen millares de jóvenes.

El Edificio 63 es un rascacielos escalofriante asentado a la vera del río. Sus paredes externas doradas tiñen con brillos de oro los alrededores. Tiene teatros, restaurantes, un centro comercial y un acuario y, por supuesto, una torre de observación. Un esplendente ascensor de vidrio conduce hacia las alturas y deja a toda la ciudad en miniatura. Por las noches, el río Hangang, sus puentes iluminados con delicadeza y el tránsito que serpentea en una ciudad estridente, ofrecen una vista sobrecogedora.



Tokio, Japón



Quizá Tokio sea la más occidental de las ciudades orientales. Por un lado, es una urbe sobredimensionada, de edificios enormes y casi siempre bellos; y un enjambre de vías rápidas, surcada por millones de vehículos. Por otra parte, hay una Tokio de calles angostas, de pasadizos, hija del Japón medieval. Lo que las une es la prolijidad, la preocupación por el espacio, la limpieza, la confianza en el prójimo y los buenos modales.

Con sus 550 años de vida, la capital del Japón no es su ciudad más antigua, pero sí la más representativa. Sus 23 barrios albergan una población cercana a los 8,5 millones de habitantes; si se le suma el área metropolitana, reúnen la friolera de 35 millones. A pesar de ello, todo funciona. Una red de 70 líneas de trenes subterráneos y de superficie penetra la ciudad en todas las direcciones.

Tokio tiene una oferta atractiva e inabarcable. La zona Ryogoku esta sembrada de pequeñas tiendas. El Museo Edo-Tokyo tiene una exposición permanente de la historia de la ciudad. Vecino a éste, el antiguo puente de Kuramae conecta con el antiguo barrio Kokugikan. En Akihabara está el paraíso de la electrónica y los consumidores de marca tienen su paraíso en Ginza, la calle más cara del mundo. Su contratara, el mercado de Ameyoko, donde las tiendas ofrecen precios más económicos. En el típico barrio de Asakusa se suceden los templos, las tiendas y los restaurantes en callejuelas estrechas que terminan junto al río Sumida.

El barrio Shinjuku es un suspiro de Manhattan. Los grandes rascacielos, los elevadores y las torres ofrecen vistas inigualables de la ciudad. Y en Odaiba, definitivamente Tokio se hace Nueva York: en plena bahía hay una réplica de la Estatua de la Libertad. A lo lejos, sobresale la gran Torre de Tokio, una copia de la Torre Eiffel, que sorprende tanto como un tren elevado que funciona sin conductor y que atraviesa el famoso puente colgante Rainbow Bridge, muy parecido al puente de San Francisco pero en color blanco. En esta postal urbana también destaca su torre tocho con sus 243 metros y sus más de mil millones de dólares de presupuesto.



Yakarta, Indonesia



Los ocho millones y medio de habitantes que fatigan a Yakarta -una ciudad plagada de rascacielos-, amanecen cada día envueltos en una bruma inclaudicable. Esos enormes bloques de cemento, y la polución, no parecen capturar a muchos. Sin embargo, como toda gran urbe, tiene un pulso ruidoso y perfumado que cautiva y sorprende.

Situada en la isla de Java, si se cuenta su área metropolitana, Jakarta suma alrededor de 18,6 millones de habitantes. Si bien riqueza y pobreza se entrecruzan en cada esquina, no es una ciudad particularmente violenta. La red de autobuses hilvana todas sus calles y callejuelas y contribuye grandemente al caos. Por lo demás es una ciudad auténticamente cosmopolita. Como recibe a inmigrantes de distintas partes de la isla de Java, en la calle se mezclan dialectos, comidas y coloridos diferentes. Además de una gran colectividad china, en la ciudad conviven unas 300 etnias que hablan unas 200 lenguas: una auténtica Babel.

En el centro de la ciudad, sorprende el edificio del Museo Nacional y la admirable Mezquita Istiqlal, de cuya estructura geométrica, muy blanca, sobresale su cúpula semiesférica. Inmensa como es, intenta ser empequeñecida por una selva de hormigón que domina el cielo, pero no opaca su belleza.

Desde ya, esta gran metrópoli ofrece una variada e intensa actividad nocturna,

centrada en los grandes hoteles; también se pueden visitar lugares típicos llamados gamelan y wayang, donde predominan los espectáculos musicales.
Como en otras ciudades orientales, el tránsito genera sus propias reglas. Los días de semana, millones de personas y vehículos componen su cinfonía estridente y ensordecedora. Otro millón de pequeñas motocicletas agrega su dosis de confusión y ruido. Los fines de semana, es una ciudad más manejable.
Jakarta es un inmenso bazar. Aquí se vende y se compra de todo: en los miles de puestos en las calles o en sus majestuosos malls, donde Jakarta saca su patente internacional: Louis Vuitton, Gucci, Prada y otras marcas conviven con las mesas de alimentos, muchísimas tiendas de compraventa de oro y diamantes, y los infaltables negocios de telefonía móvil.
A la hora de comer, los locales prefieren el pato y el tofu, y papaya y mango en cantidad; y entre las bebidas, predomina la cerveza. Hay muchísimos y variados restaurantes de todo precio, pero como toda gran urbe, ofrece por monedas menúes de paso, ricos y vistosos. En algunos pequeños restaurantes se puede comer un plato de arroz con carne estofada por 16.000 rupias, esto es, menos de dos dólares.

Chicago, EE.UU.

Dicen que si Nueva York no fuera lo que es, la corona de reina de las ciudades la llevaría la legendaria Chicago. Gran metrópolis, bellamente diseñada, ofrece, además de ese pulso propio de lo urbano muy desarrollado, el arte en las calles. Un mural de Chagall, esculturas de Picasso o de Miró, o un rapero haciendo de las suyas.
Atravesada de norte a sur por la Avenida Michigan que conduce hacia el lago homónimo, Chicago ofrece un sutil equilibrio entre desarrollo desmesurado y buen gusto.
Los singulares edificios de principios de siglo pasado conviven con la arquitectura innovadora del siglo XXI. Como cuna de los rascacielos, Chicago fue pionera en la construcción con estructura metálica. Desde cualquier punto de la ciudad se puede ver la Torre Willis, antes Sears, de 110 pisos y 442 metros de altura. Sus antenas llegan a los 520 metros, lo que la convierte en la segunda más alta del mundo. Revestida en cristal oscuro, en el último piso tiene un mirador espectacular. De allí se domina la ciudad, su extensa planicie, y el inmenso lago Michigan. No por nada aquí vió la luz el premio Pritzker.

Chicago tiene 72 museos y decenas de edificios de valor histórico y arquitectónico. El Millennium Park es un desarrollo urbano gigante con teatros y salas de exposiciones. En el embarcadero sobresale el Chicago Shakespeare Theater; los amantes de las compras sofisticadas concurren en The Magnificent Mile; y el Pullman Historic District brinda una hermosa vista sobre el Chicago antiguo.
En el downtown China Town tiene su singular encanto y la zona toda trae remembranzas de la mafia siciliana y la inevitable referencia al ya mítico Al Capone. Aquí el tren zigzaguea caprichosamente entre las calles y los circuitos de restaurantes dan fe de que ésta es una de las más seductoras ciudades del mundo.

Shanghai, China

El Jardín Yu está ubicado junto al Templo de los Dioses. Diseñado con los preceptos milenarios de la jardinería china, ya cumplió 400 años. Cerca de este jardín sobresale la Casa de Té en Medio del Lago, en el centro de un estanque unido a tierra por un camino zigzagueante.
Desde este pequeño paraíso se tiene una visión extraordinaria de la ciudad de Shanghai, la más grande de la República Popular China. Sus casi 20 millones de habitantes conviven en una apretada selva de cemento, vidrio y hierro, frente al Mar de China Oriental.
En Shanghai se unen tres tradiciones que la hacen única. La dilatada tradición china, la impronta europea decimonónica y los vastos rascacielos que la ubican en una sugestiva modernidad.
En Bund, en la ribera del río Huangpu, los chinos pasean, ven pasar los barcos y practican tai chi. Lo demás, es una urbe descomunal; a veces inmanejable y seductora, como toda ciudad multitudinaria.
Ejemplo de su desarrollo es el Maglev, el tren más rápido del mundo: recorre en tan sólo ocho minutos los 30 kilómetros que separan el aeropuerto de Pudong del distrito financiero. Desarrollado con un sistema de levitación magnética alcanza una velocidad superior a 430 km/h; el billete más barato cuesta 50 yuanes (unos 7 dólares), caro aún para los locales.
En Pudong sobresale la torre de televisión Perla de Oriente, de 457 metros de altura; es sólo uno de los más de 130 edificios que superan los cien metros.
Por abajo, se apiñan y alinean grandes almacenes, alamedas de compras, tiendas tradicionales y los gigantes supermercados. En su interior, ofrecen un arsenal de novedades; originarias o importadas, no importa. Marcas propias o internacionales están ahí eligiendo sus compradores.
En el Camino de Nanjing, conocido como "calle del negocios número 1 de China", se vende todo lo posible conocido y lo desconocido también. El Camino de Huaihai se especializa en boutiques de marcas famosas. En Shanghai todo es excesivo; toda la oferta es numerosa; todo lo que pasa es llamativo; no deja tiempo al descanso. En todos los rincones hay gente, en todos lados alguien compra o vende, en cada callejuela alguien come algo; en cada esquina, alguien saca una foto. El crecimiento colosal de Shangai nos explica por que china consume la mitad de la producción mundial de hormigón al año.

San Pablo, Brasil

Internacional y mundana, materialista y moderna, San Pablo es sencillamente impresionante. Sus calles elegantes, que respiran cierto aire neoyorquino, dejan emerger edificios fastuosos en forma de hoteles, restaurantes y boutiques de primer nivel. Como toda gran ciudad, San Pablo, corazón comercial, industrial y financiero de Brasil, ofrece alojamiento y gastronomía para todos los gustos y presupuestos. Y muchos más autos de los que una ciudad puede soportar. Resume todas las ventajas y desventajas de una mega ciudad, con el plus que brinda ese color típicamente brasileño.
Por su dimensión y conflictividad social puede resultar una ciudad intimidatoria; sin embargo es perfecta para aquellos que gustan de las grandes concentraciones y de la vida nocturna. Si NY es la ciudad que nunca duerme, Sau Pablo es "la ciudad que no puede parar".
Su arquitectura verifica este axioma. San Pablo crece hacia arriba, como si no hubiera límites. Tiene 5.644 edificios; solo es superada por las dos ciudades emblemáticas del caos: Hong Kong, con 7.650 y, por supuesto, Nueva York, con 7.765. El mítico Edificio Italia tiene un restaurante que mira el techo de la ciudad desde su piso 42, a 168 metros de altura. El Altino Arantes está inspirado en el Empire State Building, de Nueva York.
El turismo cultural se solaza con la Bienal de Artes y el Sao Paulo Fashion Week. La ciudad, por cierto, garantiza la diversión nocturna con 120 teatros, 280 cines, 71 museos, 39 centros culturales, más de 12.500 restaurantes con 52 tipos de cocina, 15 mil bares, 410 hoteles y 42 mil departamentos disponibles. Por si esto fuera poco alberga al año 90 mil eventos (es decir, uno cada 6 minutos)

la oferta culinaria está marcada por el sincretismo cultural fruto de la diversidad inmigratoria. A la importante presencia de origen afro se suma la mayor población de descendientes japoneses del mundo y las definidas colectividades de chinos y coreanos. Y, desde ya, las corrientes centro europeas y latinas.

Como podemos observar en estas grandes ciudades se erigen los tótems arquitectónicos del poder capitalista, continuación lógica de las demostraciones materiales de las épocas anteriores. Rascacielos que por si solos perderían identidad pues lo mismo podrían ser depositados en Shangai, Tokio, nueva York o Yakarta sin perder sus particularidades, son enriquecidos por el paisaje milenario de la tradición de las místicas ciudades.