Por Osfabel Diteos,
candidato al título de Maestro en Artes Visuales
por la Universidad Nacional Autónoma de México.
“En esta vida hay que morir varias veces
para después renacer.
Y las crisis, aunque atemorizan,
nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra.”
Eugenio Trías Sagnier.
“En las grandes crisis,
el corazón se rompe o se curte.”
Honoré de Balzac.
Allí, dónde todos piden cese a la crisis; ¡dadme más crisis, la estoy esperando!
para después renacer.
Y las crisis, aunque atemorizan,
nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra.”
Eugenio Trías Sagnier.
“En las grandes crisis,
el corazón se rompe o se curte.”
Honoré de Balzac.
Primer día del año 2009 y el Apocalipsis aún no llega. El mundo inmerso en una crisis económica que ha escandalizado el globo a través de los medios masivos de comunicación y una acentuada pérdida de la propiedad privada.
¿Qué tanto se tambalea ese monstruo glotón que saqueó el pasado siglo?
El capitalismo como sistema económico, con alcances más que económicos, pareciera redimirse; debe hacerlo, quizá no de facto pero su momento está por-venir.
Así, me desbordaría al decir que, viejas formas renacen, se expanden, de manera subterránea; microsistemas postapocalípticos sacados de novelas ciberpunk comienzan su desplazamiento. Lugares de intercambio, lugares excéntricos, lugares usados, configurados por objetos que fluyen sólo en tanto que valor de intercambio, de trueque, o incluso, el mero potlach: mercados itinerantes: tianguis y no-lugares[1]. Sólo imaginar aldeas autosustentables, orgánicas, que se yerguen de manera subrepticia pero constante, hace pensar que a la caída del monstruo una condición extrema y diferente ha de producirse.
En realidad, el Apocalipsis no hace falta esperarlo, ya ha llegado, su condición siempre ha existido; lo negamos. ¿Acaso no es en este punto en el que nos encontramos más cerca de nuestra naturaleza, de nuestro propio Apocalipsis? Somos seres humanos violentos, viscerales, destructivos, negamos nuestra condición natural, la cubrimos con la ética y con la percepción de la justicia; esos conceptos estúpidos que en la naturaleza ni existen, su absurdo radica en la nimiedad de la capacidad humana. Ahora somos naturaleza, destrucción y caos, así es la totalidad implicada en la que nos movemos dentro de el huevo terráqueo.
Que raro, que los momentos de mayor derroche económico del pasado siglo hayan llegado justo en estado de posguerra, de posviolencia, esa violencia que necesitamos, que parte de la inmediatez corpórea y de la regulación del consumo corpóreo-genital.
Quizás, de todas las civilizaciones que tenemos registro en la historia, la nuestra sea la más inconciente de su condición visceral, somos la civilización más kitsch de todas; las guerras como evidentes manifestaciones del consumismo y del utilitarismo corpóreo de tipo espectáculo. Pasar por el ritual de los sacrificios humanos; conectar las características teatrales punitivas que acompañan a los suplicios públicos característicos de la Edad Media. Hasta degenerar en la llamada sociedad de consumo o de vigilancia.
¿Cómo es que se ha llegado a suplantar a estos fenómenos a través de la necesidad de violencia, de visceralidad, de naturalidad ya?
Se ha intentado saciar con objetos; pertenencias, con posesiones; espectáculos, con cantidades e hipocresías, con sistemas de control; sujeción, con vigilancias; reticencias, con horarios de trabajo; poderes adquisitivos, con censuras; encarcelamientos, con sobreproducciones de cuerpos; de objetos, con cadenas abstractas, torturas silenciosas; discriminaciones específicas, persuasiones obligatorias, disfrazadas e hipócritas. Impregnación de egos.
Entonces, planteamos un consumismo gradual que se desenvuelve desde la bipedación del hombre, pero que se ha mantenido en proporciones balanceadas hasta la actualidad. Así, trayectorias con desplazamientos de sistemas de circulación reguladora van mutando basándose en la percepción de la cultura. Se mantienen por una exigencia acumulativa pero no degenerativa; dispersa para apaciguarse dentro de un estándar de pensamiento hipócrita, miedoso.
Así, hay que ser y hacer artistas como dice Guattari, no como concepto romántico, sino como accionar, ser transartistas, que nuestro accionar sea la creación de mareas que arrastren a quien se ponga enfrente, el punto en el que esa gran ola no dependa ya del yo, que ese rompiente trascienda a los demás en arte mismo, el arte a través de lo que lo contagia para poder serlo…
Los artistas se mantienen en el límite de esta situación crítica, trepidan en los límites de lo consciente y lo no-consciente –nos aventamos al caos–, encuentran a la crisis como una mutación importante en el desarrollo de un proceso, ya sea para bien o para mal. La crisis como manifiesto humanista que desemboca en la creación. Habrá que ver hasta donde pueden llegar y hacernos llegar. Artistas: ¡explotemos ya¡
No podemos seguir la postura filosófico-regresiva de olvidar y reconstruir todo desde un principio. Como dicen Deleuze y Guattari “Se construirá fragmento a fragmento, sin que lugares, condiciones y técnicas puedan reducirse los unos a los otros. La cuestión sería más bien saber si los fragmentos pueden unirse, y a qué precio”[2].
[1] Sin seguir por completo la teoría de Auge. Al menos no con respecto al anonimato.
[2] Deleuze/Guattari, Mil Mesetas: Capitalismo y esquizofrenia, Ed. Pre-textos, España, 1997. pág. 162.
Un saludo.
4 comentarios:
este post se me antoja violento... excelente y vamos para adelante!
A ver. Sin consultar el capítulo de Reglas concretas de Ml Mesetas o el Deleuze Reader de Constantine Boundas, dime qué entiendes por un campo de inmanencia. Porque la cita que haces de D&G se refiere al campo de inmanencia o plan de consistencia en la circulación del deseo y tu los citas como si ellos usaran esas líneas para referirise a una filosofía que no es regresiva y que no reonstruye todo desde el principio. ¿qué no ellos hablan del estilo americano, del cine, de producción y de economía como aquel que empieza requiere que todo se estropée para vovler a empezar?
No sabes ni una madre de Deleuze pero te suena chic, cool y ahí vas...
Oye, mujer, no he leído esos librillos que mencionas y, ni se me ocurre alguna pendeja idea para leerlos. A tus preguntas, no puedo más que citar a, como tú los usas, jajaja..., a manera de marca de ropa, D&G:
"Dulzura también, no responder jamás. Sólo hay una cosa aún peor que las objeciones y las refutaciones de objeciones, es la reflexión, el retorno a...
Nunca se preguntará lo que quiere decir un libro, significado o significante, no se tratará de comprender nada en un libro, sólo se preguntará con qué funciona, con qué conexiones hace o no pasar intensidades...
escribir por slogans..."
En el remoto caso de que hayas leído a Deleuze y Guattari y, no a "sujetos" que hablan sobre ellos, sabrás en qué páginas encontrarlos.
Si quieres encontrar algo que los contradiga, por lo menos para que tengas armas para defenderte aún escudada en tu anonimato, lee a Zizek Slavoj, Órganos sin cuerpo, muy "cool", por cierto.
O SFa
Jajaja. Insistes en llamarme mujer. Algo revela de misogino que asumas que soy mujer y que, según tú, no he leído nada de Deleuze. Qué bueno que te tomaste el tiempo para ir a buscar una cita:eso ya es un avance para gente como tú, que cree que escribir por slogans, que buscar conexiones es citar por citar.
Qué barbaro, como buen "sujeto" que ha "leído" a Deleuze, no puedes sino citar a Zizek quien, según tú, contradice a Deleuze. Creo que no has comprendido que si algo hizo Deleuze fue criticar la noción de contradicción.
Permíteme descontextualizar como tú lo haces: dice Deleuze en Lógico del sentido: no es que el verde sea verde, sino que verdea. Algo así se puede decir de tí: no es que Osfabel sea ignorante, sino que ignorantea.
Saludos.
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