Por Miguel Alejandro Guerra
Sin duda la creciente crisis mundial ha llevado necesariamente a revisar el entramado de la globalización económica. El sistema que durante años dio enormes beneficios a los capitales especulativos que se movían sin ninguna regulación o pasaporte alrededor del mundo[1] terminó por agotarse. Estos no son controlados por gobierno nacional o instancia internacional alguna. Creando su propia jurisdicción, mofándose de los intereses colectivos y de las necesidades sociales de los pueblos; promueven, en su irresponsabilidad misma, catástrofes que generalmente afectan a una nación tras otra. La historia del siglo pasado nos lo demuestra y la actual crisis financiera mundial lo afirma: como ya sabemos una tras otra, las crisis internas de naciones grandes y pequeñas -México o Malasia, Indonesia o Tailandia, Japón o Corea- afectan con rapidez creciente a las economías, grandes o pequeñas, del resto del mundo. Un país puede tener el gobierno más excelente y democrático, pero un error financiero en otro país pequeño o una crisis de la eficiencia en un país grande puede echar abajo la salud interna de cualquier nación.
“Los defensores del discurso globalizador Como Jagdish Bhagwati, el distinguido defensor del libre comercio, y Fred Bergsten, director del Instituto Peterson de Economía Internacional, institución adalid de la globalización, comentan que no debemos preocuparnos ya que gracias al libre juego de las fuerzas del mercado, se acabará arreglando todo” (Rodrik, 2008, oct.). La verdad es que la globalización es un hecho y sería necio oponerse a ella en principio. Lo que sí estamos obligados a hacer es someterla a un análisis crítico.
Un punto importante de la globalización económica son los paraísos fiscales. Según el documento que acompaña al Proyecto de ley titulado Stop Tax Haven Abuse Act[2] contra los llamados centros financieros off shore y sus usuarios estadounidenses, laborado en el 2006 por los senadores Levin, Coleman y Obama, se señala que tan sólo en la unión americana, la nación más poderosa del mundo, se evadieron en un año 100 mil millones de dólares (Mergier, 2008, nov. 18).
El senador demócrata Carl Levin advertía ya desde entonces: "Con un déficit fiscal de 345 mil millones de dólares y un déficit presupuestario de 248 mil millones de dólares, no se podía tolerar una perdida de 100 mil millones de dólares cada año en las finanzas publicas” (Mergier, 2008, nov. 18)
¿Qué pasó con este proyecto? Fue olvidado pues molestó a muchos miembros influyentes y defensores del discurso económico global de la administración Bush; en particular al secretario del Tesoro, Henry Paulson–, además de generar tensiones diplomáticas con varios de los países aludidos.
Como podemos observar existen personalidades de peso articulando la permanencia de la desregulación de los capitales especulativos. Esto quedó claro cuando el pasado 21 de octubre se reunieron en parís, a iniciativa de Francia y Alemania, los secretarios de finanzas de 17 de los 30 miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Destacando las ausencias de Estados Unidos, Suiza, Austria, Luxemburgo y Liechtenstein. La explicación de esto es clara. El foro tenía la finalidad de elaborar nuevas estrategias de lucha contra los paraísos fiscales.
Pero esto no es nuevo: después de las crisis financieras y económicas que estallaron en los años noventa se comenzó a tener una verdadera preocupación por el tema, no obstante Christian Chavagneux, experto francés[3], menciona: "Desafortunadamente todo se paralizó con la llegada de George W. Bush al poder en Estados Unidos. La Casa Blanca impuso un nuevo giro a la política de la OCDE. El 10 de mayo de 2001, Paul O'Neil, entonces secretario del Tesoro, proclamó: “Estados Unidos no apoya los esfuerzos desplegados para dictar a los países cuáles deben ser sus tasas de impuestos o su sistema fiscal y tampoco participará en iniciativas para armonizar los sistemas fiscales”[4] (Chavagneux & Palan, 2008, p. 165).
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), existirían actualmente 72 centros financieros off shore en el mundo; La ONG estadounidense Tax Justice Network estima que el monto de la evasión fiscal anual en el mundo alcanzaría 255 mil millones de dólares y explica Chavagneux: “está comprobado que 50% de los flujos financieros mundiales transitan por paraísos fiscales. La mitad de los préstamos internacionales proviene de entidades bancarias instaladas en esos territorios y la mitad de los depósitos internacionales se dirige hacia entidades situadas en esas plazas financieras. Más grave aún: la tercera parte de la inversión directa extranjera de las trasnacionales acaba en los paraísos fiscales” (Chavagneux & Palan, 2008, p. 231).
La reciente crisis deja al descubierto la ineficiencia del mercado económico global pues aún cuando el capitalismo japonés, el europeo y aun el norteamericano poseen frenos, equilibrios, sanciones y capítulos sociales más amplios que los del resto del mundo, además de poseer empresarios y líderes políticos influyentes, no pudieron detener una inminente crisis, la cual, por consecuencia, también arrastra al mundo entero. Sin duda la economía global está fallando. Hablamos de frenar el privilegio otorgado al capital especulativo sobre el capital productivo. En 1970, el ochenta por ciento del movimiento de capitales en el mundo era de orden productivo y sólo el veinte por ciento restante, especulativo. Hoy, los porcentajes se han invertido: el ochenta por ciento de los tres mil millones de dólares que circulan diariamente -basta oprimir un botón- por el planeta no crean trabajo, ni educación, ni riqueza (Fuentes, 2004, p. 145). Son un monstruoso juego que desestabiliza las monedas nacionales, convierte su globalidad misma en contagioso efecto de dominó y plantea centralmente el problema del destino de la soberanía nacional en el mundo de la globalización.
Ahora podemos comprender un poco el porqué de la creciente crisis mundial. El tema de los paraísos fiscales es apenas la punta del iceberg. El mundo comienza a pagar la irresponsabilidad de unos cuantos. Probablemente los tiempos de estabilidad económica se han terminado para darle paso a una interminable época de crisis, las cuales también se han convertido en transnacionales. Tal y como menciona Osfabel en su primer artículo de esta publicación: “En realidad, El Apocalipsis no hace falta esperarlo, ha llegado.” Y efectivamente es así. Qué nos puede esperar en un mundo donde el valor del dinero es el único valor individual; en un lugar dónde nunca se es lo suficientemente rico; en una aldea mundial dónde la productividad se prolonga indefinidamente sin ninguna meta, salvo la avaricia.
Estamos viviendo no una restructuración de la responsabilidad financiera; tampoco del manejo responsable de la globalización. La era de hipocresía y desvergüenza ha llegado; en cuanto las cosas vuelvan a tomar su curso volveremos a caer en los mismos errores. Después de todo, la época es cínica y sabe que los nuevos valores tienen las piernas cortas. Interés, proximidad al ciudadano, aseguramiento de la paz, calidad de vida, conciencia de responsabilidad, conciencia ecologista…algo no marcha bien. Se puede esperar. En el fondo el cinismo espera agazapado a que pase esta ola de charlatanería y las cosas inicien su curso. (Sloterdijk P. 1989:13).
Pensemos: Si la ética se ha puesto de moda entonces habría que comenzar a preocuparnos verdaderamente…
[1] Sólo por mencionar un ejemplo: "El banco estadounidense Bear Stearns quebró en marzo pasado porque sus fondos especulativos registrados en las Islas Caimán y en Dublín tomaron riesgos aberrantes. De igual manera el banco británico de negocios Nothern Rock, el primero en ser nacionalizado por el primer ministro inglés Gordon Brown, había escondido la mayor parte de su deuda en una de sus sucursales registrada como asociación caritativa en la Isla de Jersey.
[2] El Stop Tax Haven Abuse Act, de 68 páginas, es un verdadero arsenal jurídico contra el fraude fiscal. Incluye además una lista negra de 34 países calificados como "jurisdicciones secretas extraterritoriales" en los que, según el Servicio Fiscal de Estados Unidos, se encuentran la mayor parte de esos 100 mil millones de dólares. Entre los países mencionados, siete pertenecen a la Unión Europea (UE): Luxemburgo, Liech-tenstein, Chipre, Gibraltar, Malta, los Países Bajos y Letonia. En la lista está también Suiza así como paraísos fiscales pertenecientes a la Corona Británica. Es el caso de las Islas Anguilas, las Islas Caimán, las Islas Vírgenes británicas o las Islas Turcas y Caicos. También dependen del Reino Unido otros centros financieros off shore, como las islas anglonormandas de Jersey, Guernsey, Alderney, Sacks, ubicadas en el Canal de la Mancha; así como la isla de Man, que se encuentra en el Mar de Irlanda. Destacan además Costa Rica, Panamá, Belice, Singapur y Hong Kong.
[3] Jefe de redacción de la revista francesa trimestral L'Economie Politique y jefe de redacción adjunto de la publicación mensual Alternatives Economiques, Chavagneux es además investigador del Centro para la Política Económica Global de la Universidad de Sussex (Gran Bretaña).
[4] Dentro de la administración de w. Bush se Crearon la International Tax Investment Organization, apoyada por los sectores más conservadores de Estados Unidos. Entre ellos se encontraba el poderoso Centro para la Libertad y la Prosperidad. De esa alianza nació la Coalición para la Competitividad Fiscal, un enérgico grupo de cabildeo cuyo activismo en el Capitolio permitió que los paraísos fiscales siguieran prosperando.
Aergier, A. (2008, noviembre 18). "Los paraísos fiscales: intrincado desafío.” en Proceso. P. 25
Fuentes, Carlos (2004). Carlos fuentes habla desde “El País”. España: trillas.
Rodrik, D. (2008) ¿Crisis de la globalización? Globalización de CLASESS. D3E. (S/I)