―…a los más chicos se les dice corderos… ya los grandes son los borregos…
―Ah…
Yo estoy ahora mismo junto a Aurelio, a su derecha, viendo cómo harnea el frijol. El frijol se debe harnear con mucha calma, con gran cuidado, con una paciencia de veras tierna; el pan molido es para que brille y se vea más limpio, no hay que dejarle ni una sola piedra, ni una ramita, nada de polvo, y es que quien puede no se lleva el frijol sucio, a nadie le gusta escogerlo allá en su casa, bajo el silencio de la tarde, por eso nosotros tenemos que harnearlo. Aurelio se acaba de quedar callado después de contestarme lo último que le pregunté. Yo sigo sus movimientos veloces, sus brazos entre morenos y amarillos, sus manos nervudas, fuertes. También yo guardo silencio. A mis manos no les faltan venas, pero tienen menos que las suyas; yo no puedo harnear tan rápido como Aurelio ni tan bien, sus brazos están más correosos que los míos, limpian mejor el frijol y el alpiste, escogen la lenteja más rápidamente.
Hay una sonrisita en la cara de Aurelio, y es porque a él le gusta que yo le pregunte por las cosas de su pueblo. Él viene desde Puebla a trabajar hasta acá, a la Ciudad de México. Siempre me dice el nombre de su pueblo y siempre se me olvida. Sólo me acuerdo de que de allí se puede ver bien cerca el Pico de Orizaba. Aurelio, en su pueblo, antes de venirse, cuidaba borregos y horneaba pan. Los borregos eran de su familia; el pan de un panadero que era su patrón. Yo también sé más o menos cómo se hornea el pan, mi abuela tenía su propia panadería. Pero el pan que él hacía, de seguro, es más rico: el horno de allá, me ha dicho, es todo de piedra y se calienta con leña verde que hay que ir a cortar todos los días desde muy temprano, en lo alto del cerro. Acá no hay que cortar nada, el horno se calienta solo, basta con encenderlo y ya está. Por eso los brazos de Aurelio están todos llenos de cicatrices, de marcas que deja el machete, de quemaduras secas que deja el horno, porque el pan de allá sabe más rico.
Aurelio ya terminó de limpiar el bayo, seguro se va a seguir con el flor de mayo o con el vaquita. Ya casi acabamos. Son las siete de la noche. Hoy es domingo, nos toca paga. Ahora mismo yo descanso, a mí me tocó limpiar el frijol ayer. Conozco bien esta mirada de Aurelio, la pone cada que quiere que le pregunte otra cosa. Espera impaciente. Pero yo no le pregunto nada. Hace rato me estaba platicando de los borregos, de cómo los cuidaba. Dice que él ha matado algunos y que también les ha cortado el rabo a otros. Desde muy chico lo ponían a hacer esas cosas. Yo no le podría cortar la cola a un borrego recién nacido, y menos podría matar uno aunque ya estuviera grande; pero él sí puede, y hasta se los come si hace falta, no le importa nada que alguna vez lo anduvieran lamiendo. Yo no podría. Aunque en eso estoy de acuerdo con Aurelio, las cosas no están como para desperdiciarse, al menos nosotros no estamos como para desperdiciarlas. Platicamos poco, cada que los patrones se distraen porque no les gusta que platiquemos; lo que sí les gusta, lo que hasta los hace sonreír, lo que los pone contentos, es que trabajemos todo el día, calladitos, nada más recogiendo lo que se cae y despachando bien, ni un gramo más ni un gramo menos, “como debe que ser”. Hay que pesar bien las cosas. Y más si son de los patrones. Al fin y al cabo para eso nos pagan. Por algo son nuestros patrones.
Ahora mismo me están hablando a mí, me han de ir a mandar de seguro a hacer alguna cosa, ya descansé mucho. A Aurelio se le cambia la cara luego luego, como que se va a poner algo serio si no es que hasta enojado, quién sabe si porque ya me quitaron de junto a él o porque ya no le pregunté nada más aparte de lo de los borregos, quién sabe. La verdad es que esa cara es la misma que puso cuando me platicó que en su pueblo cerró la panadería y que en su casa se acabaron los borregos. A lo mejor y se va poner algo triste. Yo me pondría.
A veces me pregunto si acá en la ciudad hay alguien más a quien le guste escuchar a Aurelio. Si hay alguien más. Alguien que sí se acuerde del nombre de su pueblo.