En 1935, Reza Shah insistió en que los gobiernos extranjeros, al comunicarse con él o sus ministros, no se refirieran más a su país como Persia y que más bien lo llamaran Irán. Buscaba diferenciar a su régimen de aquel de los decadentes Qajars del siglo 19.
Además, el término Irán está emparentado a Ario y, por supuesto, en los años 30 se enfatizaba mucho en el arianismo, en Alemania y otras partes. A Reza Shah le fascinaba el nazismo, aunque las políticas de Ataturk en Turquía eran un modelo más cercano para sus drásticas reformas de estilo occidental.
En su nuevo libro Imperio de la mente: una historia de Irán, Michael Axworthy explica su elección del título en los siguientes términos: El centro de la cultura iraní se ha movido en diferentes épocas desde los Fars del sur de Irán a la Mesopotamia, al Khorasán en el noreste y Asia central, y a lo que ahora se llama Azerbaiján en el noroeste; y... mucho más allá de la tierra de Irán propiamente tal.
Por esta razón, sugiere, debiéramos dejar de lado nuestras habituales categorías de nacionalidad y cultura imperial, y pensar en cambio en Irán como un Imperio de la Mente.
En 1971, el hijo y sucesor de Reza Shah, el shah Mohamed Reza realizó un festival espectacularmente extravagante en los antiguos sitios de Persepolis y Pasargade. Fueron invitados jefes de Estado de todo el mundo. El festival buscaba celebrar 2.500 años de monarquía iraní y presentar al shah como heredero de Ciro el Grande.
Pero, en 1979, el shah huyó y 2.500 años de monarquía iraní llegaron a un abrupto final, para ser reemplazado por los mullahs. La supuesta continuidad de la historia iraní fue una ficción imperial de corta vida.
UN POCO DE HISTORIA Axworthy es informativo respecto de las primeras dinastías (los aqueménidas, los partos y los sasanios) y, entre otras cosas, destaca el rol de la religión como el motor de las revueltas en los tiempos antiguos. Pero la Edad Media y los logros de los abasidas, buyidas, selyúcidas, mongoles y timúridas son pasados por alto, aunque concede el peso debido a los poetas Ferdowsi, Rumi, Farid al-Din Attar y Hafiz de Shiraz.
Sin embargo, cuando llega al período safávida (1501-1765), el período en que se impulso el chiísmo en el país y se persiguió a los sufíes sunnitas, su relato de la política y la cultura modernas de Irán es más cautivador que muchas novelas.
Presenta retratos de grandes escritores e intelectuales iraníes. Sadeq Hedayat, autor de la extraordinaria novela de horror El búho ciego (1937) luchó contra la influencia árabe en la vida cultural persa y el consiguiente poder del clero. Se suicidó en 1951 y sus obras fueron recientemente prohibidas por el Presidente Mahmoud Ahmadinejad.
Jalal Al-e Ahmad, influido por Hedayat, creó la palabra gharbzadegi, que puede ser traducida como intoxicación occidental y atacó fieramente la irreflexiva adopción por los iraníes de las ideas, valores y tecnologías de Occidente. Al-e Ahmad fue un polemista maravillosamente entretenido y sus escritos merecen ser más conocidos en Occidente.
El mismo ayatollah Jomeini, el más famoso intelectual iraní de los tiempos modernos, estuvo lejos de ser un típico mullah, ya que escribió poesía y estudió misticismo, actividades que sus colegas más estrechos de mente miraban con desdén. Se sugiere que la política de Jomeini debió haber sido entendida en términos de convertirse en el hombre perfecto, una figura mística que aparece en los escritos del místico andaluz del siglo 13 Ibn al-Arabi.
Tras la revolución islámica de 1979, las mujeres perdieron parte de los avances legales que habían logrado bajo el shah. Aún así, hay ahora más mujeres en la educación superior que nunca antes y tienen una participación mayor en el mercado laboral.
Una parte de la resistencia más efectiva contra los regímenes muy diferentes de Ahmadinejad y Muhamad Jatami ha provenido desde las filas del alto clero de Irán, donde muchos han denunciado las armas nucleares como un mal innecesario. Muchos en el clero han condenado también la táctica de los atentados suicidas.
Consistentemente inteligente, notablemente actualizado y lúcidamente escrito, Imperio de la mente y su relato del Irán actual y de los desafíos que enfrenta valen más que mil documentales y artículos de prensa.
Además, el término Irán está emparentado a Ario y, por supuesto, en los años 30 se enfatizaba mucho en el arianismo, en Alemania y otras partes. A Reza Shah le fascinaba el nazismo, aunque las políticas de Ataturk en Turquía eran un modelo más cercano para sus drásticas reformas de estilo occidental.
En su nuevo libro Imperio de la mente: una historia de Irán, Michael Axworthy explica su elección del título en los siguientes términos: El centro de la cultura iraní se ha movido en diferentes épocas desde los Fars del sur de Irán a la Mesopotamia, al Khorasán en el noreste y Asia central, y a lo que ahora se llama Azerbaiján en el noroeste; y... mucho más allá de la tierra de Irán propiamente tal.
Por esta razón, sugiere, debiéramos dejar de lado nuestras habituales categorías de nacionalidad y cultura imperial, y pensar en cambio en Irán como un Imperio de la Mente.
En 1971, el hijo y sucesor de Reza Shah, el shah Mohamed Reza realizó un festival espectacularmente extravagante en los antiguos sitios de Persepolis y Pasargade. Fueron invitados jefes de Estado de todo el mundo. El festival buscaba celebrar 2.500 años de monarquía iraní y presentar al shah como heredero de Ciro el Grande.
Pero, en 1979, el shah huyó y 2.500 años de monarquía iraní llegaron a un abrupto final, para ser reemplazado por los mullahs. La supuesta continuidad de la historia iraní fue una ficción imperial de corta vida.
UN POCO DE HISTORIA Axworthy es informativo respecto de las primeras dinastías (los aqueménidas, los partos y los sasanios) y, entre otras cosas, destaca el rol de la religión como el motor de las revueltas en los tiempos antiguos. Pero la Edad Media y los logros de los abasidas, buyidas, selyúcidas, mongoles y timúridas son pasados por alto, aunque concede el peso debido a los poetas Ferdowsi, Rumi, Farid al-Din Attar y Hafiz de Shiraz.
Sin embargo, cuando llega al período safávida (1501-1765), el período en que se impulso el chiísmo en el país y se persiguió a los sufíes sunnitas, su relato de la política y la cultura modernas de Irán es más cautivador que muchas novelas.
Presenta retratos de grandes escritores e intelectuales iraníes. Sadeq Hedayat, autor de la extraordinaria novela de horror El búho ciego (1937) luchó contra la influencia árabe en la vida cultural persa y el consiguiente poder del clero. Se suicidó en 1951 y sus obras fueron recientemente prohibidas por el Presidente Mahmoud Ahmadinejad.
Jalal Al-e Ahmad, influido por Hedayat, creó la palabra gharbzadegi, que puede ser traducida como intoxicación occidental y atacó fieramente la irreflexiva adopción por los iraníes de las ideas, valores y tecnologías de Occidente. Al-e Ahmad fue un polemista maravillosamente entretenido y sus escritos merecen ser más conocidos en Occidente.
El mismo ayatollah Jomeini, el más famoso intelectual iraní de los tiempos modernos, estuvo lejos de ser un típico mullah, ya que escribió poesía y estudió misticismo, actividades que sus colegas más estrechos de mente miraban con desdén. Se sugiere que la política de Jomeini debió haber sido entendida en términos de convertirse en el hombre perfecto, una figura mística que aparece en los escritos del místico andaluz del siglo 13 Ibn al-Arabi.
Tras la revolución islámica de 1979, las mujeres perdieron parte de los avances legales que habían logrado bajo el shah. Aún así, hay ahora más mujeres en la educación superior que nunca antes y tienen una participación mayor en el mercado laboral.
Una parte de la resistencia más efectiva contra los regímenes muy diferentes de Ahmadinejad y Muhamad Jatami ha provenido desde las filas del alto clero de Irán, donde muchos han denunciado las armas nucleares como un mal innecesario. Muchos en el clero han condenado también la táctica de los atentados suicidas.
Consistentemente inteligente, notablemente actualizado y lúcidamente escrito, Imperio de la mente y su relato del Irán actual y de los desafíos que enfrenta valen más que mil documentales y artículos de prensa.