Corren tiempos violentos, llenos de confusión y de incertidumbre: la ciencia por un lado se empeña en desfragmentar el universo para intentar comprender a dios, mientras por el otro niega toda existencia de una entidad superior al hombre; la explosión de datos corriendo a la más alta velocidad por el ancho de banda produce la implosión del significado (tenemos más información pero sabemos menos) y el capitalismo salvaje sólo ofrece más crisis y mayor pobreza… Ante tal panorama el ciudadano de a pie desorientado y desinformado intenta buscar respuestas fáciles y sencillas que no exijan compromiso alguno. Las librerías, el Internet y los folletos le ofrecen la solución perfecta: brujería, hechicería, conceptos confundidos de manera irresponsable con magia y religión, pero en eso reside su poder comercial (menos esfuerzo con mayores beneficios).
Lecturas de cartas, café, conchas, astros y demás suertes no son magia y nada tienen que ver con un sistema religioso. Por tal motivo considero importante establecer claras diferencias entre lo verdadero y lo falso.
El verdadero mago:
Los magos afirman de buen grado que sus secretos se remontan a la más lejana antigüedad. No es fruto de una convención, sino una inquietud por referirse a los modelos primordiales, a los mitos de la creación. En cierto modo, el mago está en contacto directo con el arquitecto del mundo. Todo acto mágico es, por definición, acto creador que se ensalza en las profundidades de los orígenes. El mago “establece cómo fue hecho en el comienzo”, devuelve al presente “la primera vez”, restituye el mundo “En aquel tiempo”. El tiempo mágico es un tiempo primordial. Por medio del estudio de la magia, vamos hacia el destello de donde brotó toda la creación.
La fuerza sobrenatural que sustenta la vida no está fuera del alcancee de la inteligencia humana. Reside en el corazón del ser, en su templo interior. Al descubrirla, y luego utilizarla, el mago constata que su acción tenía repercusiones en este mundo y en el otro, como si no existiese ninguna barrera entre ellos. Conocer al dios de la magia es descubrir el poder de los poderes, penetrar en el juego armonioso de las divinidades. También el muerto, el que pasa al otro lado del espejo, debe conservar su poder mágico para alcanzar la realidad última.
El dios de la magia, Heka, es una creación de la luz. Hablar de magia “negra” y de magia “blanca” está ya en decadencia. No existe, en realidad, más que una magia solar, portadora de luz, que favorece la iluminación del mago. El resto no es sino ilusionismo, hechicería o búsqueda de poderes.
En el mundo de las divinidades, el dios de la magia tiene una función precisa: ahuyentar lo que debe ser ahuyentado, evitar que el mal y la disonancia vengan a perturbar el orden de las cosas. El mago, cuando está realmente imbuido por la fuerza divina, realiza igualmente esta función.
“He aquí que me uno a este poder mágico en todo lugar en el que se encuentre, en todo hombre en el que se encuentre”, dice el mago en el capítulo 24 del Libro de los Muertos; “Es más rápida que el galgo, más veloz que la luz”. El mago llena su vientre de poder mágico; gracias a él, aplaca su sed (1). Esta “magia en el vientre” llega enseguida al espíritu, como un fluido
El mago viaja por el cielo. Ante la estrella Orión, afirma haberse alimentado de los poderes vitales, haber sido nutrido por los espíritus de los antiguos dioses de los que conoce sus nombres secretos. Orión escucha al viajero del más allá. Reconoce que efectivamente ha adquirido todos los poderes, que no ha olvidado ninguno. Por esta razón, resucita, identificado con una estrella, y brillará en lo alto del cielo (2). Tal es el destino del mago convertirse en una luz en el cosmos, para iluminar el camino de los demás hombres que circula por los canales secretos del cuerpo. De este modo, el mago, hijo de Ra, señor de la luz y del sol, y de Thot, encarnado por la Luna, descubre el alcance de sus percepciones (3).
Esta magia puede definirse como la energía esencial que circula tanto en el universo de los dioses como en el de los humanos. Allí no hay “vivo” ni “muerto”, sino seres más o menos capaces de captar esta energía contenida en el nombre secreto de los dioses. Esta magia, en efecto, está destinada a preservar el orden del mundo. Tal fuerza no es fruto de una improvisación o de un ilusionismo cualquiera. Descansa sobre una minuciosa cadena de experiencias consoladas por el mago.
Para los practicantes de los ritos anteriores a las religiones del libro, así como para las culturas orientales, los dioses encierran en sí mismos el bien y el mal, no en planos ni en entidades separadas, sino en un todo. Por eso hubo sacerdotes o eruditos que se dedicaron a estudiar el mal dentro del sistema filosófico que impregnaba las religiones mistéricas, de la misma manera que no entendían una naturaleza beneficiosa y otra perjudicial: era una naturaleza única, sometida a las fuerzas generadas por los dioses, ya fueran benéficas o maléficas.
Así podemos observar como religión y magia no se pueden separar una de otra. ¿Podemos imaginar un ritual sin proyección mágica? Las religiones del libro (cristianismo, judaísmo, Islam), muchas de las cuales lo niegan a veces, ¿no ejercen una magia sobre el alma humana, a fin de permitirle acceder a realidades que nuestros sentidos se revelan incapaces de apreciar? (4)
La cuestión de la magia se empaña históricamente cuando se convierte, o se asocia, con lo maligno, con el ansia de hacer el mal. Las mujeres, lo femenino, son las herederas de aquella «magia» antigua que aprendieron en su relación, por medio de la agricultura, con la naturaleza. Después nace la hechicería y las figuras de la mujer, la noche o la luna, van unidas sin remisión a ella. Posteriormente, La mitificación, la ignorancia y el fanatismo encenderían la mecha de las estupideces.
Cabe aclarar que en este breve ensayo nos referimos al verdadero mago el cual se separa no sólo en tiempo y espacio del brujo y del hechicero, Sino que establece una clara diferenciación en fondo y forma: La magia» es un concepto anterior a las religiones ya que los métodos empleados para realizar sanciones o los mismos brebajes surgieron antes que la creencia en el alma o en un dios superior. Posteriormente se amalgamarían con los primeros conjuros invocando a fuerzas benéficas o maléficas, donde ya la religión se sitúa en un plano paralelo al de la magia, aunque sólo en lo formal; La brujería establece un claro vínculo con la religión en si, pues se entiende que cuando ésta se produce es por un pacto expreso con el mal, con su representante, con el demonio. En cambio, la hechicería sólo se encarga de actos menores, simples y generalmente nada tiene que ver con algún pensamiento religioso profundo.
La problemática radica en la confusión que inunda a la mayoría de las personas provocada por un ambicioso esquema mediático-comercial que de manera irresponsable ha vendido la hechicería como magia con el fin de desprestigiar esta última.
Estamos en una época marcada por falsos profetas, charlatanes, gente que promete falsos milagros aderezados con un sin fin de libros llenos de tonterías. Este sistema encuentra una perfecta combustión en un entramado social hedonista y vacío totalmente alejado de un crecimiento espiritual.
El verdadero mago así como el gran devoto sostienen un procedimiento vital el cual trata de dar una solución al enigma de la vida y de la muerte, de dar respuestas sobre las cuestiones trascendentales que acucian al hombre, de conocerse a sí mismo a través de lo espiritual. Por el contrario, la hechicería o la brujería únicamente tratan de dar solución a un problema o a un deseo pasajero, algo puntual. No son un sistema de creencias, ni mucho menos un sistema filosófico ni moral ni sociológico ni de ningún otro tipo. Realmente sólo encuentran su efectividad en la laxitud del momento y en su sencillez, por lo demás no buscan nada y es ahí donde reside su poder mortífero y diabólico.
Sobre el mundo que existe entre la magia y la religión ya nos encargaremos posteriormente. Esto es sólo para poner el tema sobre la mesa.
Notas:
1. Text. sarc., I, 137 d. sg.
2. Tex. sarc. cap. 1.017.
3. El texto del Necronomicon conseguido merced a los árabes españoles volvió a los persas y permitió enlazar la magia babilónica y la tradición hermética del sacerdocio egipcio de Thoth». la Masonería Egipcia está íntimamente relacionada con la Logia del Gran Oriente de Francia. Creada originalmente por los Illuminati de Weishaupt, estrechamente ligada con la Sociedad de Jacobinos... Un Iluminatus secreto y Jacobino fue Giuseppe Balsamo, alias Cagliostro, quien legó cierto Manuscrito a sus seguidores de la secta Egipcia, incluyendo extractos del Necronomicon original. Carta del Dr. Stanislaus Hinterstoisser a Colin Wilson, El Necronomicon, con comentarios, Neville Spearman Co., Suffolk, 1978.
4. Entre los Papas criticados de magos, destacan: Juan XVIII, Juan XIX, Sergio IV, Benedicto VIII, Juan XX, Benedicto IX y Gregorio VII
Miguel Alejandro.
Lecturas de cartas, café, conchas, astros y demás suertes no son magia y nada tienen que ver con un sistema religioso. Por tal motivo considero importante establecer claras diferencias entre lo verdadero y lo falso.
El verdadero mago:
Los magos afirman de buen grado que sus secretos se remontan a la más lejana antigüedad. No es fruto de una convención, sino una inquietud por referirse a los modelos primordiales, a los mitos de la creación. En cierto modo, el mago está en contacto directo con el arquitecto del mundo. Todo acto mágico es, por definición, acto creador que se ensalza en las profundidades de los orígenes. El mago “establece cómo fue hecho en el comienzo”, devuelve al presente “la primera vez”, restituye el mundo “En aquel tiempo”. El tiempo mágico es un tiempo primordial. Por medio del estudio de la magia, vamos hacia el destello de donde brotó toda la creación.
La fuerza sobrenatural que sustenta la vida no está fuera del alcancee de la inteligencia humana. Reside en el corazón del ser, en su templo interior. Al descubrirla, y luego utilizarla, el mago constata que su acción tenía repercusiones en este mundo y en el otro, como si no existiese ninguna barrera entre ellos. Conocer al dios de la magia es descubrir el poder de los poderes, penetrar en el juego armonioso de las divinidades. También el muerto, el que pasa al otro lado del espejo, debe conservar su poder mágico para alcanzar la realidad última.
El dios de la magia, Heka, es una creación de la luz. Hablar de magia “negra” y de magia “blanca” está ya en decadencia. No existe, en realidad, más que una magia solar, portadora de luz, que favorece la iluminación del mago. El resto no es sino ilusionismo, hechicería o búsqueda de poderes.
En el mundo de las divinidades, el dios de la magia tiene una función precisa: ahuyentar lo que debe ser ahuyentado, evitar que el mal y la disonancia vengan a perturbar el orden de las cosas. El mago, cuando está realmente imbuido por la fuerza divina, realiza igualmente esta función.
“He aquí que me uno a este poder mágico en todo lugar en el que se encuentre, en todo hombre en el que se encuentre”, dice el mago en el capítulo 24 del Libro de los Muertos; “Es más rápida que el galgo, más veloz que la luz”. El mago llena su vientre de poder mágico; gracias a él, aplaca su sed (1). Esta “magia en el vientre” llega enseguida al espíritu, como un fluido
El mago viaja por el cielo. Ante la estrella Orión, afirma haberse alimentado de los poderes vitales, haber sido nutrido por los espíritus de los antiguos dioses de los que conoce sus nombres secretos. Orión escucha al viajero del más allá. Reconoce que efectivamente ha adquirido todos los poderes, que no ha olvidado ninguno. Por esta razón, resucita, identificado con una estrella, y brillará en lo alto del cielo (2). Tal es el destino del mago convertirse en una luz en el cosmos, para iluminar el camino de los demás hombres que circula por los canales secretos del cuerpo. De este modo, el mago, hijo de Ra, señor de la luz y del sol, y de Thot, encarnado por la Luna, descubre el alcance de sus percepciones (3).
Esta magia puede definirse como la energía esencial que circula tanto en el universo de los dioses como en el de los humanos. Allí no hay “vivo” ni “muerto”, sino seres más o menos capaces de captar esta energía contenida en el nombre secreto de los dioses. Esta magia, en efecto, está destinada a preservar el orden del mundo. Tal fuerza no es fruto de una improvisación o de un ilusionismo cualquiera. Descansa sobre una minuciosa cadena de experiencias consoladas por el mago.
Para los practicantes de los ritos anteriores a las religiones del libro, así como para las culturas orientales, los dioses encierran en sí mismos el bien y el mal, no en planos ni en entidades separadas, sino en un todo. Por eso hubo sacerdotes o eruditos que se dedicaron a estudiar el mal dentro del sistema filosófico que impregnaba las religiones mistéricas, de la misma manera que no entendían una naturaleza beneficiosa y otra perjudicial: era una naturaleza única, sometida a las fuerzas generadas por los dioses, ya fueran benéficas o maléficas.
Así podemos observar como religión y magia no se pueden separar una de otra. ¿Podemos imaginar un ritual sin proyección mágica? Las religiones del libro (cristianismo, judaísmo, Islam), muchas de las cuales lo niegan a veces, ¿no ejercen una magia sobre el alma humana, a fin de permitirle acceder a realidades que nuestros sentidos se revelan incapaces de apreciar? (4)
La cuestión de la magia se empaña históricamente cuando se convierte, o se asocia, con lo maligno, con el ansia de hacer el mal. Las mujeres, lo femenino, son las herederas de aquella «magia» antigua que aprendieron en su relación, por medio de la agricultura, con la naturaleza. Después nace la hechicería y las figuras de la mujer, la noche o la luna, van unidas sin remisión a ella. Posteriormente, La mitificación, la ignorancia y el fanatismo encenderían la mecha de las estupideces.
Cabe aclarar que en este breve ensayo nos referimos al verdadero mago el cual se separa no sólo en tiempo y espacio del brujo y del hechicero, Sino que establece una clara diferenciación en fondo y forma: La magia» es un concepto anterior a las religiones ya que los métodos empleados para realizar sanciones o los mismos brebajes surgieron antes que la creencia en el alma o en un dios superior. Posteriormente se amalgamarían con los primeros conjuros invocando a fuerzas benéficas o maléficas, donde ya la religión se sitúa en un plano paralelo al de la magia, aunque sólo en lo formal; La brujería establece un claro vínculo con la religión en si, pues se entiende que cuando ésta se produce es por un pacto expreso con el mal, con su representante, con el demonio. En cambio, la hechicería sólo se encarga de actos menores, simples y generalmente nada tiene que ver con algún pensamiento religioso profundo.
La problemática radica en la confusión que inunda a la mayoría de las personas provocada por un ambicioso esquema mediático-comercial que de manera irresponsable ha vendido la hechicería como magia con el fin de desprestigiar esta última.
Estamos en una época marcada por falsos profetas, charlatanes, gente que promete falsos milagros aderezados con un sin fin de libros llenos de tonterías. Este sistema encuentra una perfecta combustión en un entramado social hedonista y vacío totalmente alejado de un crecimiento espiritual.
El verdadero mago así como el gran devoto sostienen un procedimiento vital el cual trata de dar una solución al enigma de la vida y de la muerte, de dar respuestas sobre las cuestiones trascendentales que acucian al hombre, de conocerse a sí mismo a través de lo espiritual. Por el contrario, la hechicería o la brujería únicamente tratan de dar solución a un problema o a un deseo pasajero, algo puntual. No son un sistema de creencias, ni mucho menos un sistema filosófico ni moral ni sociológico ni de ningún otro tipo. Realmente sólo encuentran su efectividad en la laxitud del momento y en su sencillez, por lo demás no buscan nada y es ahí donde reside su poder mortífero y diabólico.
Sobre el mundo que existe entre la magia y la religión ya nos encargaremos posteriormente. Esto es sólo para poner el tema sobre la mesa.
Notas:
1. Text. sarc., I, 137 d. sg.
2. Tex. sarc. cap. 1.017.
3. El texto del Necronomicon conseguido merced a los árabes españoles volvió a los persas y permitió enlazar la magia babilónica y la tradición hermética del sacerdocio egipcio de Thoth». la Masonería Egipcia está íntimamente relacionada con la Logia del Gran Oriente de Francia. Creada originalmente por los Illuminati de Weishaupt, estrechamente ligada con la Sociedad de Jacobinos... Un Iluminatus secreto y Jacobino fue Giuseppe Balsamo, alias Cagliostro, quien legó cierto Manuscrito a sus seguidores de la secta Egipcia, incluyendo extractos del Necronomicon original. Carta del Dr. Stanislaus Hinterstoisser a Colin Wilson, El Necronomicon, con comentarios, Neville Spearman Co., Suffolk, 1978.
4. Entre los Papas criticados de magos, destacan: Juan XVIII, Juan XIX, Sergio IV, Benedicto VIII, Juan XX, Benedicto IX y Gregorio VII
Miguel Alejandro.